Por Carlos Enrique Delfino
¿Cuál es esa tan anhelada libertad que reclama la raza humana? ¿Alguien la puede definir, describir o darnos una idea de lo que es, al menos?
Fuimos una raza intervenida genéticamente hace 10 mil años y antes de eso hubo otra humanidad. Existen hasta escritos de esos humanos anteriores encontrados en una biblioteca budista en el Tibet. Ese contenido, de primera mano, se conocerá dentro de muy poco. La presión aumenta entre los intelectuales del NUEVO PARADIGMA ARQUEOLÓGICO. Y entonces sabremos si es es realmente válida toda la información que se está difundiendo sobre la ATLÁNTIDA o se las élites se siguen riendo de nosotros en el momento más sensible de toda la historia.
Este tema de la humanidad anterior, lo investigará Vida Coherente hasta las últimas consecuencias. Un buen consejo: ¡DEJEN DE DIFUNDIR INFORMACIÓN NO CONTRASTABLE! Estamos en un momento crucial de la historia y, por ello, todo está saliendo a la luz de manera indiscriminada.
Cantidades colosales de información que en 2019 ni soñábamos tener, ahora son ya moneda corriente. Esta humanidad fue intervenida genéticamente para ser sometida a la esclavitud desde hace 10 mil años, esto está mucho más que COMPROBADO. En lo personal, hace cinco años que estoy difundiendo la verdadera historia del ser humano, desde la primera gran Intervención del genoma, hasta los planes de programación que continúan hasta hoy. Es por ello que no voy a repetir por milésima vez esta historia que es tan conocida por los seguidores de Vida Coherente. Y a quienes quieran saber este tema al detalle (así como sus referencias bibliográficas), los remito a mi libro PENSAR CON EL CORAZÓN —que se puede adquirir en Amazon.
Entonces llegó la gran catástrofe que muchos esperaban, está comprobado que fue un diluvio, aunque muy lejos de ser “universal.”
En poco tiempo y apenas cuando comenzaron a bajar las aguas, también bajaron los poderosos con sus esclavos desde las montañas, asentándose primero en la Mesopotamia, luego en Egipto y el valle del Indo. Desde el principio, los que dictaban las leyes eran los sacerdotes quienes, a su vez, nombraban a un rey, con su esposa que debía darle un hijo varón. Así que, desde la antigua Sumeria y Babilonia, la humanidad cuenta con lo que podemos denominar una sagrada familia, que eran los títeres de cara al pueblo. El verdadero poder siempre estuvo en las sombras, en el secreto y, reservado para unos pocos.
Muy tardíamente, a mediados del siglo XX, hubo un intento de escribir lo que deberían ser los derechos humanos inalienables, cuyo énfasis está, precisamente, y de manera repetitiva, la libertad como algo que el humano posee, por el solo hecho de ser humano.
Desde el artículo 1º, se dice que: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Esto parece escrito para reírse de nuestra precaria condición de esclavos programados para reaccionar, desde el inició de esta humanidad, hasta hoy.
Habría que ver qué entiende la ONU por conciencia, el resto resuena como una burla, algo totalmente contrario a lo que vemos todos los días y, por sobre todo, contrario a la compleja y exacta planeación de programaciones mentales constantes desde los medios masivos de difusión que, de por sí, eliminan cualquier cosa similar a un acto de libertad. Mentalmente, estamos programados de manera inconsciente a través de una cosa llamada EGO, que se hace pasar por nuestro yo, cuando ni siquiera puede afirmar su ilusoria existencia.
El ego es un tema largo, complejo e intrincado, el cual también aconsejaría leer en el libro Pensar con el Corazón. Sin embargo, como la definición más aceptada de la neurociencia de vanguardia, sabemos que el ego: “Es una construcción ilusoria de todo el sistema nervioso central, que nos separa de nuestro propio medio ambiente, de nuestras relaciones y de todas las realidades conscienciales, a la vez, esta entidad virtual pretende convencernos de que poseemos una autonomía que tampoco existe.”
Autonomía, es decir, ser ley para uno mismo, es una inexistente alucinación barata: “Yo hago lo que quiero y no permito que alguien o algo me diga lo que debo hacer.” Fue recién en 2020, el año de la verdad, donde todo comenzó a salir a la luz. Así que con comodidad pudimos, no solo captar nuestras ridículas arrogancias inexistentes, sino que también muchos nos dimos cuenta de que, la llamada libertad, autonomía y hasta libre albedrío, no fueron otra cosa sino una estrategia más para ayudar a la separación de todo con todo y entre todos.
Las manifestaciones que les “regalamos” a los PREDADORES nos hicieron creer que dependemos de una entidad separada del humano, todopoderosa, que habita en una especie de lugar llamado “CIELO,” mientras nosotros luchamos en esta densa realidad, con un sentimiento de profunda soledad.
Sobre todo, y esto es tal vez la madre de todas las programaciones, se trata simplemente de considerarnos a nosotros mismos como simples observadores pasivos de una realidad llena de objetos que tienen existencia absoluta, cuando la verdad es lo contrario: somos conciencias manifestadoras activas siempre, no podemos hacer otra cosa.