Debido a que los experimentos de entrelazamiento a escala humana, debe ser con participantes que cumplan ciertos requisitos creamos la: Serie el Entrelazamiento.1 (empezamos con Cuántica, luego sexualidad y mañana ¿Qué es el amor?).
En el ámbito de la física cuántica, la gran hipótesis de David Bohm se erige como un faro de reflexión y análisis tras el revolucionario descubrimiento de Alain Aspect en 1982, que demostró el entrelazamiento cuántico. Este fenómeno revela que las partículas subatómicas, como los fotones, pueden comunicarse instantáneamente, sin importar la distancia que las separe. Bohm fue uno de los primeros en estudiar las implicaciones de estos hallazgos y cuestionó la naturaleza misma de la realidad, proponiendo que lo que percibimos es, en esencia, una ilusión compleja e interconectada, un gigantesco holograma. Es la hipótesis del pansiquismo “TODO ESTÁ CONECTADO CON TODO.” En esta densidad y escala tan diferente a la realidad subatómica ni lo percibimos, pero todo es UNO.
Lo increíble es que Grinberg lograba la misma conexión cuántica a escala humana. Esto es natural, Piotr Garyaev demostró que nuestro ADN es cuántico. Por lo tanto, el gran experimento de Grinberg está fundamentado desde Rusia. Es un experimento repetible como todo lo científico y es precisamente donde va todo mi trabajo. Lograr que el Entrelazamiento cuántico a escala humana, de tal manera que lo podamos SENTIR y se convierta en otra posibilidad natural. No sentimos amor sin conexión, sin entrelazamiento, se pueden sentir otras cosas, pero no verdadero amor.
La hipótesis de Bohm sugiere que, aunque el universo se presente como un sistema sólido, su esencia es más parecida a un holograma que a una estructura tangible. En un holograma, cada parte contiene la información del total, lo que nos obliga a replantear nuestra comprensión tradicional de la organización y el orden en la naturaleza.
Esta perspectiva se aleja del método científico convencional, que ha sido predominantemente reduccionista, buscando entender los fenómenos a partir de sus partes individuales. Bohm, por otro lado, defendía que tal división puede ser engañosa y que, en un nivel subyacente de realidad, las partículas son manifestaciones de una totalidad unificada.
La posibilidad de que las partículas estén interconectadas, en un aspecto fundamental que trasciende la distancia espacio-temporal, contradice las nociones clásicas de la física, incluyendo las de Einstein. Este último afirmó que dos partículas alejadas no se pueden afectar, que eso es algo sobrenatural, “fantasmal,” lo que convierte el descubrimiento de Aspect en un hito que desafía no solo nuestra comprensión de la física, sino también de la realidad misma. La noción de que las partículas subatómicas están inseparablemente vinculadas sugiere que la separación que experimentamos en la vida cotidiana es, en última instancia, una ilusión.
A pesar de su naturaleza controvertida, el paradigma holográfico de Bohm ha ganado reconocimiento y sigue siendo un tema de gran interés en debates científicos. La idea de que la realidad es un holograma, aunque parece absurdamente abstracta, ha encontrado eco en diversas ramas del conocimiento, desde la filosofía hasta la neurociencia, donde se explora la forma en que percibimos el mundo y cómo esta percepción está condicionada por la cantidad de información que procesamos.
Es indudable que la visión de Bohm nos invita a repensar nuestra relación con el universo. La concepción de que existen niveles más profundos de organización y conexión entre las piezas del cosmos puede ayudarnos a desentrañar el misterio de la complejidad que nos rodea. La ciencia, al igual que la vida, se compone de interrelaciones y conexiones que, como en un holograma, nos revelan que cada parte es esencial para la comprensión del todo.
En un mundo que avanza a pasos agigantados en áreas como la tecnología y la comunicación, la hipótesis de David Bohm sigue vibrando con pertinencia, invitándonos a explorar no solo los confines del universo físico, sino también las preguntas más profundas sobre nuestra existencia y la naturaleza de la realidad. Así, la obra de Bohm perdura y nos reta a seguir investigando las ilusiones que constituyen nuestra percepción del mundo.