Cuando afirmamos que la Conciencia es la TOTALIDAD, estamos haciendo alusión a un común denominador en numerosas tradiciones espirituales y filosóficas. En el ámbito del Advaita Vedanta, una influyente escuela de filosofía hindú, se nos invita a reflexionar sobre Brahman, la realidad última que abarca todo, y Atman, es esa conciencia individual que, en esencia, es idéntica a Brahman. En este marco, es obvio percibir que la existencia no es fragmentada, sino una expresión de algo mucho más grande, que todo lo abarca y le da cierto tipo de existencia, aunque sea ilusoria a todo lo demás, éste es un asunto filosófico milenario, denominado: “El problema de la multiplicidad dentro de la UNIDAD” ¿Pero tuvo alguna solución? En la mayoría de las culturas, lo que “ES”, solamente es el “SER NECESARIO” se llama así porque sin eso nada existiría, como sea que lo llamen en esa tradición (Brahman por ejemplo).
Por su parte, la multiplicidad, en la mayoría de los casos, es solo una ilusión y tiene un cierto tipo de existencia, pero el hecho de que exista o no exista, no altera en absoluto a la TOTALIDAD, su nombre es “ser contingente” y está destinado a salir de donde se encuentre y transformarse, sin excepción alguna.
En el budismo, también encontramos lo necesario, el concepto de la “mente universal” o la “naturaleza búdica”, la esencia que subyace a todo lo que existe.
Asimismo, en la tradición filosófica occidental, desde hace 2,600 años, esto mismo se repite una y otra vez con pensadores como Spinoza (XVII), que hablaron de una “substancia única”, la base sobre la cual se construye toda realidad (la Conciencia). Esta Conciencia total no se encuentra separada de nosotros; por el contrario, somos expresiones del Gran Observador, del CAMPO UNIFICADO de existencia que da vida a todo lo que percibimos.
Por otro lado, la idea de que la Conciencia puede ser comprendida como un campo de información, también encuentra eco en la ciencia moderna. En el fascinante mundo de la física cuántica, algunos teóricos han propuesto que el universo, en su esencia, se encuentra constituido por información. David Bohm, un notable físico teórico y destacado matemático, quien contaba con la admiración del mismo Albert Einstein, introdujo el concepto de “orden implicado”, o implícito, enrollado en la “multiplicidad”u “orden explicado”, explícito, sugiriendo que todo está interconectado en una danza infinita de Inter-relaciones. Todo ya está conectado, pueden dejar de buscar ondas más rápidas que la luz.
Es ahora cuando queda claro, que esa hipótesis de David Bohm, expresada muy poco después de que Alain Aspect y su equipo demostraran el “ENTRELAZAMIENTO CUÁNTICO” (1982), persistente hasta hoy; y es uno de los pilares del paradigma holográfico, el cual sostiene que el universo opera como un holograma; cada fragmento contiene la información sobre todos los otros fragmentos, es decir sobre todo el sistema.
También debemos tener en cuenta, que este campo de información no es estático; es dinámico y creativo. Nos permite observar cómo el universo se manifiesta en múltiples niveles de existencia, desde lo físico hasta lo mental, social y espiritual. Es en esta interconectividad donde podemos empezar a vislumbrar la profundidad de nuestras propias experiencias como manifestaciones de ese gran todo.
En nuestro recorrido por estos conceptos, cuando mencionamos al AMOR, como la fuerza que une, crece y evoluciona, tocamos un tema indiscutiblemente universal. El amor no puede ser reducido a simple emoción; más bien, se erige como una fuerza cósmica, un impulso esencial que acelera nuestra evolución y hace posible la interconexión entre todos.
Desde la perspectiva de la física, podríamos considerar al amor como una analogía de las fuerzas fundamentales que mantienen unido el universo, sean estas la gravedad o el electromagnetismo.
Entender el amor en este sentido nos ayuda a trascender el egoísmo y el miedo, permitiéndonos reconocer nuestra unidad esencial. Surge en nosotros un deseo innato de conectarnos y compartir con los demás, dotándonos de un propósito que trasciende nuestras individualidades.
Como sabemos, la evolución de la humanidad no es un proceso fácil ni garantizado, pero sin duda hay un camino a seguir.
Es entonces, éste el sendero que implica la formación de una “conciencia colectiva”, una comprensión profunda de que todos somos parte de una misma totalidad y que nuestras acciones resuenan y afectan a todos, en una red de interdependencia.
Es obvio que, se requiere entonces “amor incondicional”, actuar desde una perspectiva de amor que no se limite a ser un sentimiento romántico, sino que emerja como una fuerza que nos une y nos impulsa a crecer juntos.
Además, el “crecimiento espiritual” es fundamental, ya que posibilita que nuestros seres, tanto individuales como colectivos, se pongan en línea con esa totalidad.
La mejor noticia es que podemos lograr una aceleración constante de todo el proceso. Desde la antigüedad sabemos que existen varias formas para acelerar, vamos a destacar tres: (1) la educación conciente, que juega un papel crucial al impartir conocimientos a las nuevas generaciones sobre la interconexión de toda existencia y, sin embargo los sistemas educativos del mundo y de todos los niveles carecen totalmente de ella, somos nosotros solamente, la iniciativa privada y sin fines de lucro, la que se dedica a transmitir estas verdades a las nuevas generaciones, (2) la práctica de técnicas espirituales como la meditación, el yoga y la coherencia cardíaca, la técnica que usa la TERAPIA PUNTO CERO, de VIDA COHERENTE desde hace una década.
Un descubrimiento de más de 30 años ya, realizado en el Heart Math Institute, de California EEUU, cuando el director de investigación era Rollin McCraty, quien descubrió la magia de la COHERENCIA CARDÍACA, algo que nos permite establecer una conexión directa con la Conciencia Absoluta, creciendo y evolucionando desde dentro y (3) a través de la acción compasiva, actuando en el mundo de manera que refleje nuestra comprensión de la unidad y el amor. Cada pequeño gesto cuenta; cada acción conciente tiene el potencial de influir positivamente en el Todo y así, juntos, construimos un futuro más iluminado y conectado.
De igual forma, la noción del Gran Observador, se hace particularmente relevante en el campo de la física cuántica, donde el papel del observador es crucial para la definición de la realidad. Sabemos que la conciencia con INTENCIÓN del observador es lo que “colapsa” la función de onda y da lugar a la realidad observable: ¿Y luego? ¿Volvemos a la función de onda? ¡De ninguna manera! Nuestra hipótesis es que el Gran Observador es la Conciencia total que sostiene de manera constante y da forma a todo el universo. Nosotros, como individuos, como la conciencia circunscrita que somos actuamos de “observadores locales” dentro de este vasto campo de conciencia, contribuyendo así a la creación de la realidad que experimentamos. Somos los ¡Manifestadores!
Finalmente, La Conciencia como totalidad, el Gran Observador, el Campo de Información y el Amor, como fuerza unificadora y evolutiva. Nos recuerda que, en el fondo, no estamos separados unos de otros ni del universo; TODO ESTÁ UNIDO CON LA ENERGÍA DEL ENTRELAZAMIENTO, somos expresiones de una misma realidad fundamental.
Apenas estamos comenzando a tomar CONCIENCIA y, aunque el camino hacia la evolución colectiva será difícil, sí hay un sendero a seguir. El único camino constructivo comienza en cada uno de nosotros, expandiendo nuestra conciencia desde el más profundo INTERIOR y actuando desde el verdadero amor, que es lo único que nos puede ayudar a reconocer nuestra unidad compartida con todo lo que existe. Juntos, brillaremos más fuerte.