Por Carlos Delfino
El concepto de “El Otro” es fundamental en la filosofía, la psicología y las ciencias sociales,y su desarrollo en el idealismo alemán del siglo XVIII sentó las bases para entender la construcción de la identidad y la subjetividad humana.
A través de la interacción con “El Otro”, los seres humanos no solo definen quiénes son, sino que también proyectan aspectos de sí mismos que a menudo les resultan incómodos o conflictivos. Este proceso es esencial para la formación del ego y la conciencia de uno mismo.
En el idealismo alemán, filósofos como Johann Gottlieb Fichte, Friedrich Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel exploraron la idea de que la autoconciencia no puede existir en el vacío, sino que requiere del reconocimiento de “El Otro”. Hegel, en particular, en su obra “Fenomenología del Espíritu”desarrolló la dialéctica del amo y el esclavo, donde la autoconciencia solo se afirma a través del reconocimiento mutuo.
Para Hegel, el yo no puede existir sin la presencia de un “Otro” que lo reconozca como tal. Este reconocimiento no es pasivo, sino que implica una lucha, una tensión entre la afirmación de uno mismo y la aceptación de la existencia independiente del otro.
En este sentido, “El Otro” actúa como un espejo que refleja aspectos de nosotros mismos que no siempre estamos dispuestos a confrontar. La proyección especular, un concepto clave en la psicología, se refiere a la tendencia de atribuir a los demás características, emociones o deseos que en realidad pertenecen a uno mismo. Este mecanismo de defensa nos permite externalizar conflictos internos, pero también nos confronta con la fragilidad de nuestra identidad.
Lo que nos molesta en los demás suele ser un reflejo de lo que no queremos ver en nosotros mismos.
La relación con “El Otro” no solo es fundamental para la construcción del yo, sino también para la ética y la moral. Emmanuel Lévinas, filósofo del siglo XX, argumentó que la verdadera esencia de la existencia humana radica en la responsabilidad hacia “El Otro”. Para Lévinas, el rostro del otro nos interpela, nos exige una respuesta ética que trasciende nuestro egoísmo y nos conecta con la alteridad. Esta perspectiva resalta la importancia de la empatía y el reconocimiento de la humanidad compartida.
El entrelazamiento cuántico y la hipótesis de “Todo está conectado con todo” de David Bohm, ofrecen un marco perfecto para comprender la interconexión entre el “yo” y el “otro”. Bohm, un destacado físico teórico, introdujo la idea de que el universo es un todo indivisible, sugiriendo que todos los fenómenos, pensamientos y seres están intrínsecamente conectados.
Esta visión plantea que la separación que percibimos en nuestras vidas cotidianas es, en esencia, una ilusión, ya que en un nivel profundo somos parte de una misma realidad.
Por otra parte, en 1982, el físico Alain Aspect realizó experimentos clave que respaldaron la existencia del entrelazamiento cuántico, un fenómeno donde dos partículas pueden estar correlacionadas de tal manera que el estado de una afecta instantáneamente al estado de la otra, independientemente de la distancia que las separe.
Este resultado desafió las nociones clásicas de localización y causación, demostrando que las relaciones entre partículas pueden trascender el espacio y el tiempo. Ambas teorías sugieren que la separación aparente entre los individuos es FALSA. Desde la perspectiva de Bohm, el “yo” y el “otro” son meras manifestaciones de una realidad subyacente unificada.
El entrelazamiento cuántico refuerza esta idea, al demostrar que las interacciones en el nivel más fundamental son instantáneas y universales. Por ende, el concepto de una identidad separada se desdibuja, resaltando la interdependencia en la naturaleza de la existencia.
En el llamado “trabajo interior” a través de la meditación no existen esas diferencias entre yoes y otros. Nos acercamos a la unidad esencial de la conciencia. Ese tema de la unidad esencial de la única conciencia es el elemento siempre olvidado, el eterno postergado. Como humanos, somos un colectivo demostrado a nivel cuántico y, por eso, no lo sentimos. Hay una sola manera de sentirlo de forma muy clara y esa es la técnica de entrelazamiento que usaba Jacobo Grinberg y lo que él llamaba “SENTIRSE” como un paso previo en personas que ya tenían una relación.
La individualidad no es autonomía, y no saber SENTIRSE es estar totalmente incompleto ¿Qué lo más importante es amarte a ti mismo? ¡Así es! Solo que ese “tí mismo” está conectado a todo y a todos. Que no lo sientas es otro tema, pero allí está demostrada la conexión; no lo tienes que creer, solo entender.
Lo lamento, no puedes dejar de lado el Entrelazamiento Cuántico, porque es algo que está allí y porque no despertarás hasta que lo sientas como sientes tu propio corazón. Supongamos que la humanidad es el 100% y tú eres tan grande, tan espectacular que llegaste al 1%; no puedes decir “Llegué a tanto que me desentiendo del otro 99% que queda”.
De allí que, aunque sea un trabajo de toda la vida, ¡hazlo! Tu plenitud depende de ello. ¿Y si no lo termino nos preguntamos todos? No importa, lo que importa es hacerlo, es estar haciéndolo.
Lo que expande tu conciencia es el trabajo del camino, no la comodidad de la Posada.
Desde donde abordemos este tema, filosofía, espiritualidad y ciencia, nadie con conciencia puede decir: “Me ocupo del único yo que conozco, el que lleva mi nombre, y todo lo demás no es mi problema.” Este pensamiento narcisista siempre termina mal y va contra las leyes de la naturaleza.
Como decía Spinoza, quien en el siglo XVII desarrolló la idea del conocido “Dios de Einstein”: “la verdadera libertad no se encuentra en la capacidad de elegir de manera arbitraria, sino en actuar de acuerdo con la propia naturaleza y razón. La libertad se alcanza al comprender y aceptar las leyes que rigen el universo.”
Esto implica que tienes que buscar, investigar y conocer esas leyes universales y darte cuenta que esa verdadera libertad es muy diferente al libre albedrío; que ese simplemente elegir entre dos cosas que te impusieron como las creencias tradicionales o familiares, por lo general en tu infancia.
En resumen, “El Otro” es un elemento indispensable en la formación de la identidad y la conciencia humana. A través de la interacción con los demás, nos definimos, nos confrontamos y nos transformamos. El idealismo alemán y las teorías psicológicas posteriores nos enseñan que no podemos existir en soledad; nuestra existencia está intrínsecamente ligada a la presencia y el reconocimiento de “El Otro”. Este proceso, aunque a veces doloroso, es esencial para el crecimiento personal y la comprensión de nuestra propia humanidad. Así, al mirar hacia la unidad esencial de la única conciencia, se nos invita a reflexionar sobre lo que significa vivir juntos, en un tejido entrelazado por experiencias compartidas y conexiones interpersonales.
La ciencia y la filosofía convergen para ofrecernos una visión del ser humano que es a la vez compleja e Inter relacionada. Desde el entramado de las partículas subatómicas hasta los vínculos emocionales y éticos que compartimos, podemos apreciar que la esencia de nuestra humanidad radica en nuestra conexión.
En última instancia, este reconocimiento de nuestra interdependencia no solo proporciona un sentido de identidad, sino que también contribuye al desarrollo de una ética de responsabilidad compartida, donde la atención a la alteridad se convierte en un pilar fundamental de nuestras interacciones.
Lo que importa no es solo el desarrollo del “yo”, sino el entendimiento de que el “yo” florece en el contexto de su conexión con “El Otro”, tejiendo un tapiz de existencia compartida, que enriquece a la humanidad en su conjunto y, sin duda, tiene que cambiarla.