Este viaje, pasado por alto sistemáticamente, en la mayoría de los casos por la vorágine del día a día es, en esencia, la búsqueda interior del auto-conocimiento, el verdadero “Conócete a ti mismo” de la antigua Grecia que a todos les “resuena” sin excepción.
Es la misma razón por la cual, la raza humana cree entender este imperativo, no es un consejo, que no proviene de esta ilusión, no fue creado en el “velo de Maya,” viene directamente de la CONCIENCIA INFINITA y tal vez por ello, fue escrita en el templo dedicado a una de las deidades más amadas y más temidas de los griegos antiguos.
Para emprender este camino, es fundamental observar las intuiciones, sentimientos profundos y todo aquello que comienza a entregar el universo interior, pero actuando como un observador silencioso que contempla el fluir de un río.
Al adoptar esta actitud de observación, comenzamos a darnos cuenta de la naturaleza efímera y cambiante de los pensamientos y emociones cerebrales, comprendiendo que no somos lo que pensamos.
Al observar los verdaderos elementos del interior, nos distanciamos del ruido constante que nos rodea y empezamos a practicar la autoescucha. Este acto de desapego nos permite entender el ego, esa construcción mental que nos define y, en muchas ocasiones, nos limita.
Es gracias a este proceso de comprensión, que comenzamos a desentrañar quiénes somos realmente, más allá de las etiquetas que nos han sido impuestas. Así, descubrimos que el verdadero Ser, se encuentra en un espacio de autenticidad y conexión, donde el ego pierde su control sobre nosotros.
Un entusiasmo que acompaña esta búsqueda es el poder de la meditación, en todas sus formas y la atención plena. Esta práctica milenaria actúa como un faro en la oscuridad de la confusión mental. Meditar nos permite sumergirnos en nuestro universo interior, donde podemos explorar con el objetivo de conocer nuestra esencia.
En la quietud de la meditación, descubrimos que, al cerrar los ojos y centrarnos en nuestra respiración, encontramos un refugio donde todo lo exterior se disipa. Aquí, la pequeña mente cerebral se aquieta y podemos vislumbrar la vastedad de nuestro Ser.
Sin embargo, la búsqueda interior no consiste en ignorar nuestros deseos o emociones. Por el contrario, abrazarlos es un paso crucial en nuestro proceso de autodescubrimiento. Aprender a aceptar nuestras emociones sin apego nos ayuda a liberar la carga emocional que hemos acumulado a lo largo de la vida. Esta aceptación potencia nuestra capacidad para experimentar la vida en su totalidad, reconociendo que cada emoción es una expresión válida de nuestra humanidad.
Una de las realizaciones más poderosas de este viaje es comprender la naturaleza intemporal e ilimitada de la CONCIENCIA en nuestro interior, allí encontramos una experiencia maravillosa, donde el tiempo se diluye y las limitaciones llamadas físicas o materiales, pierden toda su importancia e incluso la ilusión de su incoherente necesidad para vivir.