Cuántica y Conciencia: Un Viaje desde Einstein hasta Shanghai y una historia de amor.

Carlos Delfino

A lo largo del tiempo, la conexión entre la física cuántica y la conciencia ha sido un fascinante campo de exploración para científicos y filósofos. Entre las figuras clave en este ámbito se encuentra la ecuación de Dirac, un hito en nuestra comprensión del universo.

La ecuación de Dirac, creada por el físico británico Paul Dirac en 1928, es fundamental para la física teórica. Esta ecuación describe cómo se comportan las partículas subatómicas, como los electrones, que poseen características tanto de materia como de antimateria. Es, en esencia, una forma de fusionar la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad, dos pilares esenciales de la física moderna.

Para entender esta conexión de una manera más accesible, imaginemos a una pareja en un hermoso paisaje. En este lugar idílico, ellos se encuentran, se enamoran y construyen un lazo profundo, representado por un resplandeciente rayo dorado que los entrelaza. Este rayo simboliza la interacción que comparten; sin embargo, con el tiempo, cada uno toma un camino diferente, reflejando cómo electrones y positrones, aunque opuestos en carga, están íntimamente relacionados y mantienen una relación simbiótica en el vasto universo.

Una de las características más fascinantes de la ecuación de Dirac es su capacidad para predecir la existencia de antipartículas. Este descubrimiento revolucionario indicó que, además de los electrones, también deberían existir partículas con carga opuesta, conocidas como positrones. Esta noción transformó nuestra percepción del cosmos, sugiriendo que cada partícula (Alma) tiene su gemela en el mundo de la antimateria, el que no conocemos.

La ecuación, de manera ingeniosa, une la función de onda cuántica con los principios de la relatividad, utilizando matrices de Dirac para describir propiedades como la energía y el momento. Además, señala que el electrón tiene un spin, lo que significa que se comporta como un diminuto imán, capaz de alinearse en diversas direcciones.

Las profundas implicaciones de la ecuación de Dirac han dado pie a importantes desarrollos en la física de partículas, y su influencia se ha dejado sentir en campos tan variados como la cosmología y la astrofísica. Su legado trasciende las fronteras del ámbito científico, resonando incluso en la tecnología contemporánea.

La ecuación de Dirac no solo ha transformado nuestra comprensión del mundo subatómico, sino que también ha abierto nuevas avenidas para la investigación científica y tecnológica. En el gran esquema del universo, cada componente, aunque pueda parecer aislado, sigue unido por un hilo de energía inquebrantable que trasciende las distancias.
Un ejemplo emblemático en este ámbito es la famosa paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen (EPR), presentada en 1935. En esta intrigante reflexión, Einstein expresó su escepticismo ante las sorprendentes implicaciones no locales del entrelazamiento cuántico. A partir de entonces, el debate evolucionó de manera radical.

La EPR nació como una crítica a la mecánica cuántica, sugiriendo que existía una “realidad oculta” que podía explicar los misterios sobre el entrelazamiento. Sin embargo, en lugar de dar por cerrado el asunto, esta cuestión abrió nuevas puertas a posibilidades insospechadas.

En esta fascinante conversación científica, Giulio Tononi ha emergido como una figura notable, presentando la Teoría de la Información Integrada (TII). Esta innovadora teoría propone que la conciencia está intrínsecamente relacionada con la integración de información en un sistema, sugiriendo que nuestras experiencias conscientes surgen de la habilidad del cerebro para entrelazar información de manera significativa y coherente. A pesar de su creciente notoriedad, la teoría de Tononi enfrenta críticas y necesita más investigación empírica para validar su propuesta.

Recientemente, la Universidad de Shanghái ha captado la atención del mundo por sus investigaciones sobre la intersección entre la cuántica y la conciencia. Estos estudios han reavivado debates importantes sobre la naturaleza de la realidad y la experiencia subjetiva. Los hallazgos y experimentos realizados en esta universidad impulsan la idea de que los procesos cuánticos podrían tener un papel esencial en la génesis de la conciencia. Sin embargo, como es habitual en el ámbito científico, aún queda mucho por descubrir y comprender.

El camino hacia el reconocimiento de estos avances ha sido extenso. La demora de 40 años en otorgar el Premio Nobel al Dr. Alain Aspect y su equipo, quienes llevaron a cabo experimentos pioneros sobre el entrelazamiento cuántico, subraya cómo la aceptación de ideas innovadoras y radicales puede requerir su tiempo en el mundo de la ciencia.

A menudo, los avances que parecen evidentes para algunos pueden representar un verdadero desafío para la mayoría, reflejando la complejidad de los paradigmas científicos. En este contexto, la figura del Dr. Jacobo Grinberg merece ser reconocida. Su labor pionera fusionó la psicología y la neurociencia con conceptos cuánticos, creando un puente fascinante entre estas disciplinas.

La hipótesis de Grinberg intentó explicar la interrelación entre nuestro estado emocional y los fenómenos cuánticos. Él sugería que existe una conexión intrínseca entre el cerebro y un campo sutil de información que denomina “LATTICE.” Esta línea de pensamiento podría haber influenciado a otros pensadores, como David Bohm, quien afirmó que “en este universo, todo está conectado con todo.” Esta concepción holodinámica del universo desafía las ideas tradicionales de separación, sugiriendo que la conciencia podría ser una manifestación de interconexiones más profundas en nuestro entorno.
La relación entre los procesos cuánticos y la conciencia no solo desafía nuestras nociones de realidad, sino que también plantea preguntas sobre nuestro papel como seres humanos en el vasto universo.

A medida que la ciencia avanza y exploraciones como las de la Universidad de Shanghái continúan, es crucial mantener un diálogo abierto entre la ciencia, la filosofía y la espiritualidad.

En nuestra búsqueda por comprender la conciencia, debemos recordar que, aunque las teorías cuánticas puedan ofrecernos nuevas perspectivas, la idea de la “Conciencia Infinita” no es un misterio en nuestra Cosmovisión. Existen experimentos aún no refutados que demuestran que es imposible que algo se manifieste antes de la conciencia. Un ejemplo es el experimento del Potencial Transferido de Grinberg, que muestra la misma conexión intrínseca de “todo con todo” en ciertos niveles de la Totalidad.

Además, la no-localidad de estos sistemas revela cómo varios cerebros pueden comportarse como uno solo, operando bajo la conexión que representa la Lattice.
Sin caer en un enfoque reduccionista, podemos afirmar que la única conciencia es la creadora, la que ha manifestado este universo y, quizás, muchos otros, con el objetivo primordial de autoconocerse. Esta “CREADORA MULTIVERSAL,” o “LA DIVINIDAD,” es un concepto que merece ser explorado.
Sin embargo, reducir nuestra comprensión de la conciencia a “Dios,” como se presenta en muchas religiones, es excesivamente simplista.

Este no es el Dios de las religiones: una entidad monstruosa y contradictoria, representada por un anciano de barba blanca que observa y controla desde un lugar denominado cielo. Incluso la idea de que puede extraer materia de la nada es una falacia; aquí no existe la “nada,” ni la “materia”, ni esa caricatura de Dios que algunos pretenden reivindicar, quienes distribuyen esa materia “extraída” entre ellos.

Karl Pribram, quien inició estas reflexiones, sentó bases sólidas cuando, gracias a su mentor, llevó a cabo experimentos que involucraban la disección del cerebro de primates. Pribram afirmaba, con toda confianza, que el cerebro es un sistema holodinámico, donde cada neurona contiene la información de la totalidad de ese cerebro.

Fue recién cuando Pribram se encontró con David Bohm, la afirmación sobre el cerebro fue extrapolada a todo el universo, concebido como un gigantesco sistema holodinámico. En esta visión, cada elemento contiene la información de todos los demás, mientras que el cerebro se presenta como un sistema holodinámico más pequeño, capaz de descifrar el vasto entramado informativo del universo.

En resumen, el recorrido que va desde Einstein y su paradoja EPR, pasando por Alain Aspect y su equipo, hasta las investigaciones recientes en Shanghái, refleja la complejidad de explorar la conciencia a través de la óptica de la física cuántica. Teorías como la de la Información Integrada (TII), estudios contemporáneos y reflexiones filosóficas conforman un rico campo de investigación que invita a profundizar en la CONCIENCIA ABSOLUTA y en nuestra experiencia humana, que se manifiesta en una realidad tridimensional.

Sin embargo, los científicos de Shanghái parecen haber pasado por alto una idea fundamental: donde hay entrelazamiento cuántico, se produce conciencia. Podríamos decir que, así como donde hay información integrada se genera conciencia, en realidad, es la conciencia la que origina procesos cuánticos de todo tipo e información integrada.

Esta perspectiva da lugar a una crítica contundente a la investigación actual: ¿Cómo se orquesta todo ese proceso de construcción de la conciencia a partir de entrelazamientos cuánticos? ¿De qué manera se logra que este sea un proceso coherente? Estas preguntas surgen como evidencia que apoya nuestra desafiante hipótesis sobre la relación íntima entre conciencia, fenómenos cuánticos y relaciones románticas.

Prof. Carlos Delfino
Catedrático e investigador en Filosofía de la Ciencia

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